_06 CONTROLES DE CAPITALES Y TASA TOBIN

La historia de las crisis financieras nos ofrece varias lecciones. La crisis asiática (1997) reveló que el modelo de “tipos de cambio flotantes” es una gran temeridad: convierte los países emergentes en víctimas de las “profecías que se autocumplen”. Sin embargo, crisis como la de Argentina (2002) o la de Gran Bretaña (1992) evidenciaron que el modelo de “tipos de cambio fijos”, si no va acompañado de restricciones a los movimientos de capital, convierte la moneda de los países que lo adoptan en carne de cañón de los especuladores. Pero eso, para muchos economistas la mejor alternativa es instaurar controles a los flujos internacionales de capital financiero. Los supuestos inconvenientes de este modelo -dificultar el acceso a la inversión extranjera o propiciar la corrupción- son mucho menores que sus ventajas.

Las economías que han optado por este camino han sido las de más éxito. China todavía hoy no permite la libre circulación de capital financiero y es el país del mundo que más ha crecido en las últimas décadas. En Chile, durante los 90, los capitales que llegaban tenían que ingresar un depósito en su Banco Central, que sólo recuperaban si se iban al cabo de un determinado tiempo; así se garantizaba que sólo entrasen al país inversiones a largo plazo -productivas- y no inversiones a corto plazo -meramente especulativas-.

El capital financiero sólo es una fuente de crecimiento económico cuando se invierte al servicio de la economía productiva: cuando actúa con fines especulativos acaba siendo con frecuencia una fuente de crisis y de ruina. Por eso, otra medida muy reivindicada para regular los mercados financieros es la “tasa Tobin”: un impuesto sobre las transacciones financiera que penalizaría las inversiones a corto plazo y, por tanto, reduciría la especulación.