_01 CRÉDITOS PARA EL CRECIMIENTO, DEUDAS PARA LA MISERIA

Los países pobres no tienen dinero para financiar por si mismos las inversiones necesarias para impulsar el crecimiento económico y salir de la pobreza. Por esto, históricamente han acudido a los países ricos -ya sea a sus bancos privados, a sus gobiernos o a los organismos financieros internacionales que éstos controlan- para obtener préstamos. De aquí proviene su “deuda externa”.

A veces, sin embargo, estas inversiones no han funcionado y la economía de los países pobres no ha crecido. A veces la economía ha crecido pero la población todavía lo ha hecho más rápido y la renta per cápita de estos países ha disminuido. En estos casos, estos países han seguido siendo tan pobres como antes pero además han quedado endeudados y sin saber cómo devolver sus deudas.

En consecuencia, a menudo los países pobres se ven obligados a dedicar una parte importante de sus presupuestos a pagar los intereses de los préstamos. Cuando sus ingresos públicos -muy escasos- los dedican a devolver la deuda externa, no los pueden utilizar para garantizar un nivel mínimo de salud o de educación para su población. Demasiado injusto. Además, cuando las necesidades sociales más básicas no están cubiertas, el crecimiento económico es imposible. De este modo, se produce una gran paradoja: los préstamos internacionales, que tenían que acelerar el desarrollo económico, acaban contribuyendo a frenarlo.